19 de mayo de 1939. El desfile de la victoria. Por José Luis Díez .-
A principios del siglo XX, los políticos griegos todavía seguían maldiciendo la presencia de los almogávares, seis siglos antes, en tierras griegas. Posiblemente olvidando que fueron llamados por ellos mismos, para sacudirse de encima a los turcos en las horas más bajas del Imperio Bizantino. Ni salvadores de un Imperio, ni los más terribles guerreros. Seguro que en el término medio entre las fuentes bizantinas y las basadas en Ramón Muntaner, uno de los protagonistas almogávares que dejó sus memorias escritas. Hallamos la verdad de este sorprendente ejército de catalanes y aragoneses, que fundaron los ducados de Atenas y Neopatria.
El origen de los almogávares.
Desde que, en el siglo XVII, Francisco de Moncada, despertará el interés de la historiografía hispana por el ejército almogávar, han sido varios los principios asignados al mismo. Algunos se han atrevido a asignar un origen visigodo, debido a las vestimentas con las que nos han sido descritos, que se asemejan más a los pueblos bárbaros germanos que a soldados medievales.
Dicho origen ha sido descartado, ya que, de ser así estos grupos se hubieran también encontrado en lugar de huida de los visigodos tras la invasión musulmana, es decir en la cordillera Cantábrica. Por lo tanto, su origen parece ser mucho más sencillo y lógico de lo que podamos pensar, además de coincidir con el nacimiento del Reino de Aragón, es decir tres siglos antes de los hechos por los que son conocidos. El carácter conquistador del recién nacido reino cristiano, ofreció una serie de oportunidades que los rudos hombres de las montañas debían de aprovechar. La llegada de Alfonso I el Batallador expandió los territorios aragoneses desde los Pirineos al Sistema Ibérico, una enorme extensión de fronteras totalmente desprotegidas, debido principalmente a dos premisas: la escasa fuerza militar y las dificultades fronterizas debido a las agrestes montañas.
Si bien en un principio fueron los pastores pirenaicos catalanes y aragoneses, dicha forma de vida comenzó a atraer a nuevos personajes a la historia de los almogávares. Entre ellos los propios musulmanes de los nuevos territorios conquistados, que a buen seguro habían sufrido en sus carnes el asedio de los almogávares, y que ahora se decidían a incorporarse a esa vida, antes de huir a nuevos horizontes. También los navarros en un menor número, tras un evidente contacto con los aragoneses debido a la historia compartida. Por último, destacar a los valencianos y mallorquines de los territorios que fue conquistado la Corona de Aragón.
El ejército almogávar.
En este entorno fueron creado su particular ejército. Su forma de lucha normalmente fue a pie. Aunque tras unos años en Grecia y amplia experiencia en combate, según el propio almogávar Ramón Muntaner, empezaron a montar a caballo, pero cuando llegaban al lugar de encuentro con las huestes enemigas se bajaban del mismo, porque solo sabían luchar así. También fueron confeccionado su propio armamento lo más acorde posible a su sistema de vida descrito. Lo mismo que usaron para el pillaje y saqueo, saliendo a toda velocidad para huir al refugio de la montaña o luchando cuando eran alcanzados por lo veloces hombres a caballo, usaron a lo largo de su historia contra los pesados ejércitos medievales.
Para vencer a estos últimos, usaron el mismo sistema aprendido durante años de pillaje en las montañas. Tanto el factor sorpresa, como el aprovechamiento del terrero necesitaban de uniformes y armas ligeras de peso. De ahí que prácticamente no usaran protecciones, ni cota de malla, ni corazas, ni enormes escudos. Más bien un pequeño escudo para protegerse del cuerpo a cuerpo, armas arrojadizas como dardos, o una pequeña lanza denominada azcona y un gran cuchillo afilado con gran precisión. No les importaba matar antes al caballo, que al caballero, ya que este a pie era presa fácil para un almogávar.
Destacar, por último, que la estructura del ejército almogávar era bien sencilla. Tres únicas categorías, soldado raso (almogávar), sargento (almocadén) y capitán (adalid), aunque para pasar de una a otra se necesitaba más de media vida, y amplia experiencia en combate. No les importaba, cuando debieron acudir como mercenarios a los grandes ejércitos medievales, ponerse a las órdenes de un señor noble, eso sí, de demostrada experiencia en combate.
Este ejército no pasó desapercibido para los reyes aragoneses, parece ser que ya Alfonso I el batallador los usó para conquistar Zaragoza. Pero lo que no queda duda es de su participación a las órdenes de Jaime I, en la conquista del reino musulmán de Valencia a partir de 1229. Así como tampoco de una de sus victorias más sonadas, en la conquista de la isla de Sicilia, a las órdenes del sucesor de Jaime I, su hijo Pedro III.
Si algún aspecto destacó del ejercito almogávar fue su extraño sentimiento de pertenecía a la Corona de Aragón. Un apartado curioso, ya que hombres libres, que lucharon como mercenarios al servicio del mejor postor, no olvidaron nunca su grito de guerra antes de comenzar la batalla. ¡Aragón! ¡Aragón!, combinado con el del patrón ¡San Jorge!, y sin olvidar el célebre ¡Desperta ferro!, con el que iniciaban la batalla tras hacer saltar chispas de sus afilados cuchillos. Ni siquiera en su conocida conquista de Atenas olvidaron su origen aragonés. Antes de partir a su misión más importante; la llamada de auxilio del emperador bizantino Andrónico II, ante el avance de los turcos hacia Constantinopla, hicieron prometer que nadie les obligaría a avanzar detrás de una bandera que no fuera la de la Corona de Aragón.
"Isabel Barreto, adelantada del Mar Océano.-
Mujeres en la historia de España:
A lo largo de la historia de España han aparecido mujeres con un gran protagonismo, poniendo su grano de arena en los cimientos de su patria. Y siempre sumando, a su forma, de manera callada o atronando los cañones, esgrimiendo espadas o pronunciando discursos, defendiendo la plaza o investigando en un laboratorio. Científicas, aventureras, políticas, escritoras, artilleras, infantes de marina e, incluso, almirantes de la mar océano.
Y si tenemos que destacar una época donde la mujer adquiere gran protagonismo es durante la exploración y conquista del continente americano. Según los datos, solo en el siglo XVI viajaron más de 10.000 mujeres al nuevo mundo, rumbo a la aventura con un objetivo muy claro. Siempre importantes.
La empresa americana no fue solo bélica, comercial o evangelizadora, sino también, y en gran medida, colonizadora. Y es ahí donde tiene un gran papel la mujer pues los hombres casados no podían viajar solos. Así, la mujer acude a constituir familias, como piedra angular para fundar colonias, a imagen y semejanza de las ciudades españolas. Desempeñan con holgura su misión, asumen cargos y son fundamentales para el éxito de la misión.
El Virreinato del Perú:
A ese grupo de mujeres valientes y decididas, pertenecía Isabel Barreto que, incluso, se le puede encuadrar entre los grandes exploradores, por sus hazañas y venturas. Isabel nace, probablemente, en Pontevedra, en 1567, y pronto se traslada, junto a su familia, a Lima, en el Virreinato del Perú. Según los investigadores, sus padres eran Nuño Rodríguez Barreto y Mariana de Castro, naturales de Lisboa.
En 1585, con tan solo 19 años, acuerdan su matrimonio con Álvaro de Mendaña, que tiene 44. He de decir que D. Álvaro tenía fijación por la exploración y conquista de nuevas tierras y ya había estado en una expedición por el pacífico hasta descubrir las Islas Salomón. Viaje que se inició el 20 de noviembre 1567 y fue encargado a Mendaña por su tío, Lope García de Castro gobernador de la Audiencia en el Virreinato.
Aquella primera expedición, con los navíos “Los Reyes” y “Todos los Santos” no encontró oro, pero sí contribuyó a explorar numerosas islas, amén de poner toda la atención en aquel nombre: “Las Islas Salomón”. Y desde entonces, desde que arribó a Acapulco, Mendaña tenía la fijación en organizar una segunda aventura, para seguir colonizando y explorando. Le costó 25 años organizarla.
Las Islas Salomón:
En 1574, Álvaro de Mendaña firma unas capitulaciones con la corona mediante la cual esta autorizaba una nueva expedición a las Islas Salomón, naturalmente financiada por el interesado, con la recompensa de obtener el cargo de Gobernador de la zona nueva, además de las riquezas que encuentre, amén del quinto real. La segunda empresa ya tenía la autorización del rey.
Y fue el nuevo virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, quien patrocinó la nueva expedición gracias a la influencia de Isabel Barreto, la joven mujer de Mendaña. Es curioso observar como en la dote de aquel matrimonio se incluyeron el navío Santa Isabel y pertrechos para iniciar la ansiada navegación hacia las Islas Salomón. El objetivo era establecer una colonia en aquellos lugares para evitar que los piratas ingleses encontrasen refugio.
Isabel era una mujer alejada de los cánones de aquella época. A pesar de que pertenecía al nivel alto de la sociedad y de que Lima era una ciudad floreciente, donde se podía quedar para criar a sus hijos o hacer vida social y ociosa, alejada del mundanal ruido, decidió embarcarse, junto a su marido, en aquella nueva expedición. Isabel era transgresora, aventurera y atrevida.
Colonizando las nuevas tierras:
Mendaña había convencido a mercaderes y colonos para participar en la aventura, 400 personas en total, incluidas mujeres y esclavos dispuestas a fundar una colonia. E Isabel se embarcó, junto a sus tres hermanos, rumbo a lo desconocido, rumbo a la gloria o a la muerte. El piloto mayor y capitán de la nave capitana era el portugués Pedro Fernández Quirós y los cuatro barcos eran: el San Gerónimo, el Santa Isabel, el San Felipe y el Santa Catalina.
El 16 de junio de 1595, desde el puerto del Callao, parte la nueva expedición con el objetivo marcado en el cuaderno de bitácora. El bautizo de las islas marquesas, el avistamiento de las islas Cook y la llegada al archipiélago de Santa Cruz, al sur de las Islas Salomón. Pero los contratiempos empiezan pronto y como es normal, en aquellas circunstancias, los navíos empiezas a desaparecer. El primero fue el Santa Isabel.
En aquellas islas de Santa Cruz se funda una colonia, pero pronto Mendaña, que ha enfermado de malaria, pierde el control de la situación y se produce un intento de rebelión. El 18 de octubre de 1595 fallece Álvaro Mendaña. Justo antes de morir, y ya que tenía cédula real para poder nombrar persona que quisiese, nombró a su esposa, Isabel Barreto, gobernadora en tierra y al hermano de ésta, Lorenzo Barreto, almirante de la expedición. Pero Lorenzo falleció a los pocos días e Isabel, que se destapa como una mujer fría y calculadora, con dotes de mando y apropiada para aquel escenario, se encargó de la expedición, como “adelantada del mar océano”
Primera almirante de la armada:
En la Isla de Santa Cruz, la realidad es insostenible e Isabel decide poner rumbo hacía las Filipinas, perdiéndose por el camino la San Felipe y la Santa Catalina. Según los cronistas e investigadores Isabel se destapa como una mujer ambiciosa, despótica y casi inhumana, normal en la época y con los mismos rasgos que la mayoría de los capitanes de navío. Incluso no dudó en condenar a la horca a un marinero que se había opuesto a sus órdenes. Agallas, determinación y coraje.
En aquella travesía, la joven Isabel manda una expedición que ha salido mal en medio del enorme océano Pacífico. Pero, a pesar de todo, de los fallecimientos, de los motines, de la pérdida de naves y de tenerlo todo en su contra, consigue dar la vuelta a la situación, fija el rumbo, llega a Manila y consigue volver a Lima. Toda una aventura de esta almirante de navío que, según los estudios, cubrió una distancia de más de 20000 kilómetros.
En Filipinas se casa de nuevo con el general Fernando de Castro, caballero de la orden de Santiago, y ambos organizan el viaje de vuelta hacia Acapulco. Isabel tenía propiedades y encomiendas que seguramente, administraría tras su regreso. Pero, en sus últimos años, no se ponen de acuerdo los investigadores pues unos mantienen que regresó a España para reclamar sus derechos sobre las Islas Salomón, falleciendo en su Galicia natal. Otros mantienen que falleció en Perú. Lo cierto es que Isabel Barreto, fue una mujer fascinante, transgresora, aventurera, con mano firme, que no le temblaba el pulso para tomar decisiones drásticas y capacitada para tomar el mando en situaciones de extrema necesidad. La primera almirante de la armada española y adelantada del mar océano. Toda una heroína.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire