En mi criterio, José Antonio Primo de Rivera es el gran desconocido de las juventudes de hoy y, tal vez, la figura política que podría remover la ciénaga en que viven hoy las nuevas generaciones. Porque también tendrán que saber que José Antonio, además de político, fue un gran poeta. Y como tal tuvo, en vida, el reconocimiento de los más grandes poetas de su tiempo.

 

CORONA DE SONETOS EN HONOR DE JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

 

TABLA QUE CONTIENE LOS NOMBRES DE LOS    AUTORES

Antonio Tovar ………………………………2

Ignacio Agustí……………………………….3

José María Alfaro……………………………4

Manuel Augusto……………………………..5

Álvaro Cunqueiro……………………………6

Gerardo Diego………………………...……..7

Manuel Diez Crespo…………………………8

Carlos Foyaca………………………………..9

Román Jiménez de Castro…………………..10

Pedro Lain Entralgo…………………………11

Eduardo Llosent y Marañón…………………12

Manuel Machado……………………...……..13

Eduardo Marquina………………………...…14

Eugenio Montes……………………………...15

Alfonso Moreno…………………………...…16

Eugenio Ors………………………………….17

Leopoldo Panero……………………………..18

José María Pemán…………………………...19

Fray Justo Pérez de Urbel…...………………20

Pérez Clotet……………………………….....21

Dionisio Ridruejo……………………………22

Félix Ros…………………………………….23

Luis Rosales…………………………………24

Juan Sierra……………………….…………..25

Adriano del Valle……………………………26

Luis Felipe Vivanco…………………………27

 

HANC LAVRO VIRIDI CONSERTAM SUME CORONAM: MARMOR HABEBIT, EHEV, QVAM TIBI TEXIT AMOR.

 

ANTONIO TOVAR

 

“Recibe, tejida con verde laurel, esta Corona: ¡Ay! Tu tumba tendrá lo que para ti trenzó el amor”

 

 

Primer soneto: JOSÉ MARÍA ALFARO

 

COMO un viento de sangre levantado

entre los gritos que la muerte ordena;

 como la pauta que el ardor serena

 entre la furia del vivir forzado.

 

Como un bosque de luz y un arco aleado

en los umbrales que la vida estrena,

 fuiste, doncel de España, con tu pena,

redentor, arquitecto y monte airado.

 

Viste, al partir más alta la bandera;

te doblaste en la luz de tu presencia;

no hay ángel que no sepa m latido.

 

Fértil hiciste eterna primavera

y entre el rumor que clama con tu ausencia

no habrá lugar donde habite tu olvido.

 

 

Segundo soneto: GERARDO DIEGO

 

ESE muro de cal, lindo espejo

en que araña su luz la madrugada,

de infame gloria y muerte blasonada

coagula y alucina alba y reflejo.

 

Para siempre jamás. La suerte echada.

 El grito de la boca en flor rasgada

-en el cielo, un relámpago de espada –

y, opaco, en tierra, el tumbo. Después, nada.

 

Y ahora es el reino de las alas. Huele

 a raíces y a flores. Y el decirme,

 decirte con tu sangre lo que sellas.

 

Por ti, porque en el aire el nebli vuele,

España, España, España está en pie, firme,

arma al brazo y en lo alto las estrellas.

 

 

Tercer soneto: DIONISIO RIDRUEJO

 

EL rastro de la Patria, fugitivo

 en el aire sin sales ni aventura,

fue arrebatado, en fuego, por la altura

de su ágil corazón libre y cautivo.

 

De la costra del polvo primitivo

 alzó la vena de su sangre pura

 trenzando con el verbo su atadura

de historia y esperanza, en pulso vivo.

 

Enamoró la luz de las espadas,

 armó las almas, sin albergue, frías,

 volvió sed a las aguas olvidadas.

 

dio a la espiga y a la estrella,

y, por salvar la tierra con sus días,

 murió rindiendo su hermosura en ella.

 

Cuarto soneto: MANUEL MACHADO

 

JOSÉ ANTONIO; ¡Maestro¡... ¿En qué lucero,

en qué sol, en qué estrella peregrina

montas la guardia? Cuando a la divina

bóveda miro, tu respuesta espero.

 

Toda belleza fue tu vida clara.

Sublime entendimiento, ánimo fuerte,

y en pleno ardor triunfal temprana muerte

porque la juventud no te faltara.

 

Háblanos tú... De tu perfecta gloria

hoy nos enturbia la lección el llanto;

mas ya el sagrado nimbo te acompaña

 

y en la pomada de su nueva historia

la Patria inscribe ya tu nombre santo...

¡José Antonio¡ ¡Presente! ¡Arriba España!

 

Quinto soneto: PEDRO LAÍN ENTRALGO

 

LA gravedad profunda de la muerte

era, para tu sangre, vencimiento,

para tu juventud, desasimiento

de hacer arquitectura el polvo inerte.

 

Vino luego el dolor de recogerte

en tierra que cumplió tu mandamiento.

¡Tu voz, que dio contorno al sentimiento,

 se dobla ante el mandato de la suerte!

 

Pero España clamó, desarbolada,

por convertir en fuerza su impotencia

y unir el pensamiento con la espada.

 

Y por hacer más corto su camino,

 cambiaste por la gloria la existencia

y Dios elevó a norma tu destino.