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27 sonetos en honor de José Antonio, el fundador de Falange, que fue asesinado por los “rojos” en Alicante. Por Julio Merino.-
En 1939, recién terminada la Guerra Civil, los escritores que habían conocido y seguido a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española, quisieron rendirle un sentido homenaje de reconocimiento y admiración y decidieron escribir, cada uno, un soneto en su honor. Fueron 27 los famosos que figuraron en la primera edición que hizo la editorial Jerarquía. Fue un aldabonazo que plataformó la figura sin par de José Antonio a su pedestal de mito. Por su interés, hoy he reabierto mi Baúl de los Recuerdos y reproduzco los 27 sonetos, aunque por su extensión solo resalto mis cinco preferidos…el resto lo puede leer en el link que les acompaño: http://www.maalla.es/Libros/Corona%20de%20Sonetos%20en%20honor%20de%20JA.pdf
En mi criterio, José Antonio Primo de Rivera es el gran desconocido de las juventudes de hoy y, tal vez, la figura política que podría remover la ciénaga en que viven hoy las nuevas generaciones. Porque también tendrán que saber que José Antonio, además de político, fue un gran poeta. Y como tal tuvo, en vida, el reconocimiento de los más grandes poetas de su tiempo.
CORONA DE SONETOS EN HONOR DE JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
TABLA QUE CONTIENE LOS NOMBRES DE LOS AUTORES
Antonio Tovar ………………………………2
Ignacio Agustí……………………………….3
José María Alfaro……………………………4
Manuel Augusto……………………………..5
Álvaro Cunqueiro……………………………6
Gerardo Diego………………………...……..7
Manuel Diez Crespo…………………………8
Carlos Foyaca………………………………..9
Román Jiménez de Castro…………………..10
Pedro Lain Entralgo…………………………11
Eduardo Llosent y Marañón…………………12
Manuel Machado……………………...……..13
Eduardo Marquina………………………...…14
Eugenio Montes……………………………...15
Alfonso Moreno…………………………...…16
Eugenio Ors………………………………….17
Leopoldo Panero……………………………..18
José María Pemán…………………………...19
Fray Justo Pérez de Urbel…...………………20
Pérez Clotet……………………………….....21
Dionisio Ridruejo……………………………22
Félix Ros…………………………………….23
Luis Rosales…………………………………24
Juan Sierra……………………….…………..25
Adriano del Valle……………………………26
Luis Felipe Vivanco…………………………27
HANC LAVRO VIRIDI CONSERTAM SUME CORONAM: MARMOR HABEBIT, EHEV, QVAM TIBI TEXIT AMOR.
ANTONIO TOVAR
“Recibe, tejida con verde laurel, esta Corona: ¡Ay! Tu tumba tendrá lo que para ti trenzó el amor”
Primer soneto: JOSÉ MARÍA ALFARO
COMO un viento de sangre levantado
entre los gritos que la muerte ordena;
como la pauta que el ardor serena
entre la furia del vivir forzado.
Como un bosque de luz y un arco aleado
en los umbrales que la vida estrena,
fuiste, doncel de España, con tu pena,
redentor, arquitecto y monte airado.
Viste, al partir más alta la bandera;
te doblaste en la luz de tu presencia;
no hay ángel que no sepa m latido.
Fértil hiciste eterna primavera
y entre el rumor que clama con tu ausencia
no habrá lugar donde habite tu olvido.
Segundo soneto: GERARDO DIEGO
ESE muro de cal, lindo espejo
en que araña su luz la madrugada,
de infame gloria y muerte blasonada
coagula y alucina alba y reflejo.
Para siempre jamás. La suerte echada.
El grito de la boca en flor rasgada
-en el cielo, un relámpago de espada –
y, opaco, en tierra, el tumbo. Después, nada.
Y ahora es el reino de las alas. Huele
a raíces y a flores. Y el decirme,
decirte con tu sangre lo que sellas.
Por ti, porque en el aire el nebli vuele,
España, España, España está en pie, firme,
arma al brazo y en lo alto las estrellas.
Tercer soneto: DIONISIO RIDRUEJO
EL rastro de la Patria, fugitivo
en el aire sin sales ni aventura,
fue arrebatado, en fuego, por la altura
de su ágil corazón libre y cautivo.
De la costra del polvo primitivo
alzó la vena de su sangre pura
trenzando con el verbo su atadura
de historia y esperanza, en pulso vivo.
Enamoró la luz de las espadas,
armó las almas, sin albergue, frías,
volvió sed a las aguas olvidadas.
dio a la espiga y a la estrella,
y, por salvar la tierra con sus días,
murió rindiendo su hermosura en ella.
Cuarto soneto: MANUEL MACHADO
JOSÉ ANTONIO; ¡Maestro¡... ¿En qué lucero,
en qué sol, en qué estrella peregrina
montas la guardia? Cuando a la divina
bóveda miro, tu respuesta espero.
Toda belleza fue tu vida clara.
Sublime entendimiento, ánimo fuerte,
y en pleno ardor triunfal temprana muerte
porque la juventud no te faltara.
Háblanos tú... De tu perfecta gloria
hoy nos enturbia la lección el llanto;
mas ya el sagrado nimbo te acompaña
y en la pomada de su nueva historia
la Patria inscribe ya tu nombre santo...
¡José Antonio¡ ¡Presente! ¡Arriba España!
Quinto soneto: PEDRO LAÍN ENTRALGO
LA gravedad profunda de la muerte
era, para tu sangre, vencimiento,
para tu juventud, desasimiento
de hacer arquitectura el polvo inerte.
Vino luego el dolor de recogerte
en tierra que cumplió tu mandamiento.
¡Tu voz, que dio contorno al sentimiento,
se dobla ante el mandato de la suerte!
Pero España clamó, desarbolada,
por convertir en fuerza su impotencia
y unir el pensamiento con la espada.
Y por hacer más corto su camino,
cambiaste por la gloria la existencia
y Dios elevó a norma tu destino.
“Me es absolutamente imposible
imaginar cualquier circunstancia que pueda salvar a ese joven”.
A este escueto apunte cronológico de las dos agotadoras jornadas hay que añadir
la terrible tensión que en todo momento gravita sobre José Antonio, interrogado como
acusado, y que, como defensor, no solo debe mantener el debate jurídico y el acoso
político, sino, también, participar en los interrogatorios.
En tal prueba, no eran ociosas las advertencias del Fiscal cuando para
contrarrestar su efecto, en su informe, previo al de José Antonio, alerta al jurado sobre
“las dotes de oratoria, arte e ingenio del acusado”, sobre “su extensísimo conocimiento
del Derecho” y sobre “sus dotes parlamentarias, a la altura de los mejores
parlamentarios españoles”.
La crónica de “El Día”, que todavía hoy se lee con tanta sorpresa como
emoción, es un documento insólito, atribuible al poder de convicción de José Antonio,
de quien dice literalmente: “Su informe es rectilíneo y claro. Gesto, voz y palabra se
funden en una obra maestra de oratoria forense que el público escucha con
recogimiento, atención y evidentes muestreas de interés”. La crónica, que no aparece
firmada, es del director de “El Día”, Emilio Costa, tan adicto al Frente Popular como
el propio periódico (no cabía otra posibilidad). Costa, retirado del periodismo, se
desterró a Oran, en 1939, donde falleció a poco de llegar.
En el breve dialogo con los periodistas y en las observaciones que hace a sus
guardianes (sería muy aleccionadora la recomposición completa de los pormenores
dispersos de aquellas cuarenta y ocho horas históricas), luce la profunda compostura
espiritual de José Antonio, irremediablemente condenado, en medio de un principio de
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comprensión, tan perpleja como absorta. En este punto, surge la pregunta: ¿cómo los
catorce hombres del jurado, abiertamente adversos, necesitan cuatro horas para
acordar la condena?
Todos los indicios apuntan que el Jurado no había sido insensible a la persuasión de
José Antonio, avisada por el fiscal. Ximenez de Sandoval, que escribe a los tres años
del suceso, recoge la información de que las tensas deliberaciones del Jurado
condujeron a un empate en la votación, que imposibilitaba la condena a muerte.
Escribe Ximenez de Sandoval: “Las largas vacilaciones fueron cortadas por un
socialista apellidado Domench –dependiente de la ferretería Panades y Chorro, de la
capital levantina- que impuso pistola en mano la condena, en medio de un escándalo
inenarrable”.
Años más tarde, para su proyecto de película sobre José Antonio, José Luis
Sáenz de Heredia investiga en Alicante, mantiene muchas entrevistas y, respecto al
jurado, escribe:
“El jurado, a las diez y media de la
noche, ha recibido un cuestionario de
veintiséis preguntas a las que solo tiene que
contestar con un sí o con un no. El jurado
está compuesto por miembros de los partidos
y sindicatos más calificados del Frente
Popular, lógicamente predispuestos. Parece
t a m b i é n l ó g i c o , c o n t a n d o c o n l a
predisposición hostil, que la contestación a
las veintiséis preguntas sea un puro trámite. Sin embargo, no es así. Los predispuestos
acaban de oír a un hombre que no es el que odian. Ellos (algunos de ellos) creían que
el juicio iba a ser contra otro hombre, al que estaban seguros de conocer bien. No hay
fundamento real para odiar al hombre que acaba de hablar. No es un señorito ocioso y
vago ni un chulo ni un pistolero ni un fascista. Y, para todos, aunque no llegue, claro
está, a enunciarse, hay en él un algo indefinible de grandeza humana que rebasa las
fronteras de la lógica, trasciende la pureza y llega, no se sabe por dónde, al corazón.
Así, lo que iba ser mero trámite, se trasforma, a puerta cerrada, en discusión que llega
a ser violenta. Tan violenta que hacen aparición las pistolas. Al fin, los objetantes
ceden y las veintiséis preguntas quedan contestadas en la forma prevista. La
deliberación, que todos suponían formularia, ha durado desde las diez y media de la
noche hasta las dos y media de la madrugada. Cuatro horas. Cuatro agotadoras horas
que el Tribunal, el acusado y el público han soportado, cada cual con su tensión, sin
ausentarse de la sala”.
Un comunista, Marcelino Garrofé, miembro del jurado, confirma la presunción::
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“Entre los del jurado circuló en seguida esta frase: “¡No podemos seguir así. Estamos
haciendo el ridículo! La sala, el jurado, el fiscal, todos actuamos apabullados”. Antón
y Millá, después de escucharme, se limitó a decir: “Es una orden del partido y, sea
como sea, hay que cumplirla y cuanto antes” Los miembros del Comité Provincial de
Alicante me enseñaron la comunicación del buró comunista, en la cual se trasladaba la
orden del Presídium de “eliminar la cabeza visible del Alzamiento”.
Tras la tremenda conmoción de sentirse condenado a muerte, al principio de la
vida, José Antonio se rehace y, sonriente, anima sus hermanos: “Estáis salvados”. Es
entonces cuando José Antonio tiene un gesto tan sublime que, a falta de una
explicación inmediata, queda inadvertido. Comunicada la sentencia, José Antonio sube
al estrado y abraza al Presidente, el magistrado Iglesias del Portal.
Este abrazo no consta en la crónica de Costa ni en las biografías de Ximenez de
Sandoval, Payne, Gibello, Gibson, Gómez Molina o Gil Pecharroman ni en los libros
dedicados al proceso por Bravo, Mancisidor, del Rio y Pavón. El primer indicio es el
testimonio directo de Margarita Larios que, a los seis años, recuerda como recibió José
Antonio la sentencia: “Se dirigió al presidente del Tribunal y estuvo hablando unos
minutos, aparte, con él”.
El abrazo habría quedado oculto para siempre en la intimidad del sumario, si no
hubiera sobrevenido el testimonio irrecusable de las hijas de Iglesias Portal que, con
fecha 30 de enero de 1955, desde México, escriben a Miguel Primo de Rivera,
entonces Embajador de España en Londres. La carta, al pie de la letra, empieza así:
Muy distinguido señor:
Aunque personalmente no tenemos el gusto de conocerle, nos atrevemos a dirigir esta
para que atienda a nuestra suplica. Nosotras somos hijas del magistrado del Supremo
que, como Vuestra Excelencia bien sabe, por desgraciadas circunstancias, estuvo
presente y formo parte del tribunal en el que fue juzgado vuestro hermano José
Antonio, q.e.p.d. Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que al
terminarse y comunicarle la sentencia, su hermano subió al estrado y abrazó a nuestro
padre y le dijo que sentía el mal rato que por su causa estaba pasando, pues no sé si
sabrá que mi padre y él eran buenos amigos.
La carta continúa con la petición de las hijas para que Miguel interceda a favor de la
repatriación de su padre. En su contestación, Miguel da fe del abrazo y noblemente,
haciendo honor al gesto de José Antonio, asume las gestiones que consiguieron el
regreso del magistrado. Así, Iglesias del Portal acabó su vida en paz, en 1969, en
Aguilar de la Frontera (Córdoba).
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Tras una leve noticia de 1968, por primera vez, aquel histórico abrazo se hace público
en Televisión Española, en 1981, en el programa “La Clave”, en el que José Luis
Sáenz de Heredia leyó la carta de las hijas de Iglesias. Pero actúa la censura invisible y
la noticia no obtiene el menor eco.
“Se comprende –escribe Sáenz de Heredia - que quien es capaz de pensar, en ese
trance, en el mal rato que está pasando uno de los que le condenaban; que le
comprende, le perdona y le abraza, tiene que estar nimbado por un halo sobrenatural y
trascendente, visible y penetrante hasta para aquellos que entraron predispuestos y
salieron confusos”.
El abrazo de José Antonio, como consuelo de la amargura de quien le acaba de
condenar a muerte, cuando no caben fingimientos, excede cualquier ponderación
vulgar y demuestra la grandeza de alma, presente en su testamento:
“Ayer por última vez explique al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como
en tantas ocasiones, repasé, aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una
vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero
con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leerse esta frase: “Si
hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí”. Y, ciertamente, no hubiéramos
estado allí ni yo ante un Tribunal popular ni otros matándose por los campos de
España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto y yo me limité a retribuir la
lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención
respetuosa de sus enemigos”.
Frente a la falacia de quienes, a diario, flamean
la reconciliación nacional y se obsesionan
sañudamente en la condena de lo reconciliable, el
abrazo de José Antonio es el primer monumento de la
reconciliación de España. Antes, en el mes de agosto,
se había ofrecido como mediador para terminar con la
guerra. En su informe, en el juicio de Alicante,
explicó como de lo nacional y de lo sindicalista
“hacemos una síntesis capaz de superar las ideologías
en conflicto”. E, inmediatamente después, cierra su
testamento con la admirable invocación: “¡Ojalá fuera la mía la última sangre española
que se vertiera en discordias civiles!”.
El Gobierno republicano –escribe Bartolomé Mostaza- al montar el proceso
ilegal contra la nobilísima persona de José Antonio Primo de Rivera, se sentenció y
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condenó a sí mismo, degradándose a verdugo de la “tercera España”, la de la síntesis y
la conciliación.
El deslumbrante, escalofriante, abrazo de José Antonio en aquel trance supremo,
no es solo un relámpago. Es la iluminación de la trayectoria de su pensamiento en la
búsqueda permanente e infatigable de la síntesis.
En esa búsqueda, que subyace, como el mismo José Antonio, sean todas las
condenas y resistencias el estímulo de nuestra propia reconciliación. Las
prohibiciones, proscripciones, marginaciones, tergiversaciones, silencios, censuras y
desdenes que han sofocado o han intentado sofocar el centenario de José Antonio
(“¡Qué alma más limpia!”, según Gustave Thibon) son el miedo al deslumbramiento
(“¡Deslumbrante! ¡Deslumbrante!” repetía Rosa Chacel).
*Extracto del trabajo “La División Azul en Y. Revista para la mujer
(1941-1943)” de Jesús Guzmán Mora (Investigador independiente) alojado en la web
www.creneida.com. issn 2340-8960 (2018)
MUJER Y DIVISIÓN AZUL
Carla Montero ha recuperado en la última de sus novelas la figura de la
enfermera sublevada, tópico tratado en alguna de las narraciones escritas en los años
posteriores a la Guerra Civil. Lena, la protagonista, después de prestar sus servicios
durante la contienda, se une a la División Azul (DA) en noviembre de 1942, motivada
no tanto por la ideología, cuanto para huir de la desalentadora realidad tras la muerte
de su padre. Las sanitarias que acompañaron a los divisionarios les brindaron
“cuidados casi maternales” y desempeñaron una labor “que resultó trascendental para
atender en tierra extraña a los heridos y enfermos en combate”. Así fue para la
literatura que surgió tras el regreso de los soldados y que se desarrolló, principalmente,
en las décadas de 1940 y 1950. Uno de los voluntarios, Juan Eugenio Blanco, destacó
que “casi todas ellas, veteranas en la Cruzada, revalidaron en la campaña de la
División Azul sus dotes de abnegación, simpatía y competencia”. Pero no siempre fue
una tarea fácil, sino que vivieron momentos de verdadero riesgo para sus vidas:
8 Mujer y División Azul
Jesús Guzmán Mora
La Gaceta- 20
A pesar de que nunca estuvieron destinadas en
primera línea de combate, estas humanitarias
acciones hubieron de desarrollarse a veces bajo la
acción de los aviones bombarderos rusos. En esos
casos cabían dos opciones: superando el temor
propio en los sótanos y refugios aéreos, las
enfermeras protegían a los asustados enfermos y
heridos. Por otra parte, los heridos graves, los recién
operados y aquellos enfermos que no se podían
mover si quiera un milímetro por el elevado riesgo
que ello suponía, no eran abandonados ni un instante
por unas enfermeras que no se separaban de su lado
ni aun en los peores momentos.
Las que no fueron hasta la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) ejercieron en España
como madrinas de guerra y/o colaboraron con la
Sección Femenina de Falange (SF). Las primeras
respondían a las cartas que los varones escribían “cuando el espanto duerme, por un
rato, y aflora la necesidad de compartir el desasosiego”. Los soldados, en los textos
literarios, las idealizaban o, por el contrario, las trataban como a futuras novias o
amantes. Esta última desconsideración, que —proyectada hacia las prisioneras polacas
del campamento de Grafenwöhr, las mujeres alemanas y soviéticas— constituye una
especie de donjuanismo dentro de los testimonios divisionarios, no existió hacia las
enfermeras, cuya belleza, si se observaba, era con respeto. Las segundas participaron
en la elaboración del aguinaldo enviado con motivo de la navidad y la confección de
prendas de abrigo. En todo caso, la colaboración de las falangistas, mediante cualquier
tarea, fue notable:
Las mujeres falangistas de la Sección Femenina (SF) se sumaron desde un
principio a la iniciativa de sus correligionarios varones y tuvieron una destacada
participación en diversos ámbitos como el de enfermeras en el frente, lavaderos,
donación de sangre o con di- ferentes colaboraciones en la retaguardia desde madrinas
de guerra o labores de intendencia como la organización de donativos para los
soldados y sus familias o recogida de ropa y alimentos.
La DA fue una iniciativa pensada por y para los hombres. Son ellos, a través de
la ya citada literatura divisionaria, quienes han escrito la historia del grupo con sus
memorias y novelas en carne propia. Cuando se refirieron a las mujeres lo hicieron, en
gran parte de las ocasiones, para destacar las mencionadas desventuras amorosas con
las indígenas, magnificadas en su imaginación, a pesar de que sí se diera algún caso de
La Gaceta- 21
relación que terminó en el altar. El mismo Dionisio Ridruejo protestaba por el
comportamiento de sus camaradas hacia las féminas desde la hipocresía más
elemental, ya que parecía olvidar su relación con una alemana a la que sus amistades
apodaron Hexe (“Bruja”). En este orden, la invisibilización de las mujeres de la DA ha
quedado patente incluso cuando se ha hablado de lo que ocurría en España mientras
los soldados de la División 250 participaban en el frente del Este.
Los diferentes proyectos de la derecha española tuvieron desde la primera mitad
de la década de 1910 como punto en común el rol que asumiría la mujer en sus ideales
de vida, sintetizado en la necesidad de la desigualdad entre ellos y ellas. La mujer
ocuparía un lugar secundario en los ámbitos privado y público, sin dejar de colaborar
en la construcción de la nación a través de misiones específicas como la maternidad o
la servidumbre al varón. En España, a partir de 1939, el Estado relegó a las féminas al
espacio del hogar para que desde allí transmitieran los valores tradicionales y pusieran
en práctica su tarea como educadoras de las nuevas generaciones. Al mismo tiempo se
abría la posibilidad de ejercer ciertas profesiones consideradas como aptas para ellas.
La SF, a la cabeza, fue capaz de combinar la feminidad tradicional con la participación
activa en el proyecto político de la dictadura. La mujer en la posguerra encontró como
opciones respetables encontrar un marido, ingresar en un convento o, si su novio había
caído en combate, permanecer fiel a su recuerdo, lo que “la ascendía al rango de
heroína”. La excepción a esta norma se cifraba, entre las solteras, en la afiliación a la
SF, que “se trataba de un modo de vida alternativo al matrimonio y mucho más
atrayente que la vida religiosa”; una independencia que no debe confundirse, en
ningún caso, con posiciones feministas. Por tanto, el primer punto de encuentro entre
las mujeres y la DA es obviamente la SF. La organización distribuyó los esfuerzos de
sus afiliadas, en relación con la misión antisoviética, entre enfermeras, madrinas de
guerra y la preparación de ropas y regalos para épocas especiales, como la Navidad.
Pero esta visión se antoja incompleta, ya que sobre todo en el caso de las enfermeras
“el encono Falange-Ejército [halló] su máxima expresión”. Este enfrentamiento,
heredero de las tensiones del conflicto cainita entre los golpistas, era la representación
a pequeña escala de las disputas que separaban a militares y falangistas desde la
formación de la DA.
Por ello, pensar que todas las enfermeras procedían de la SF dejaría de lado a
las que integraban el Cuerpo de Damas de Sanidad Militar del Ejército, creado en julio
de 1941, casi a la par que se abrieron los banderines de enganche para alistarse en la
campaña anticomunista. A la cabeza del mismo estaba Mercedes Milá Nolla, quien
tuvo que lidiar con la normativa que, desde enero de 1942, daba a la SF en exclusiva
la organización y el envío de enfermeras, en caso de conflicto, a través del Cuerpo de
las de la FET y de las JONS. A pesar de ello, se hizo caso omiso al imperativo y
acudieron a la URSS mujeres de ambos sectores, acompañadas de las que pertenecían
La Gaceta- 22
a la Cruz Roja. Ejemplo de dicha convivencia es lo ocurrido con las enfermeras
adscritas a Cantabria: de las cuatro, dos pertenecían a la SF y dos al Cuerpo de Damas.
Tras exponer estos problemas, y por las características de las fuentes primarias de
nuestro trabajo, el papel de las enfermeras que actuaron bajo la responsabilidad del
Ejército no sobrepasa esta referencia.
Lo dicho hasta aquí sirve para presentar el motivo de nuestra inves- tigación:
analizar la imagen de la DA en Y. Revista para la mujer entre 1941 y 1943, es decir,
los años de la existencia de la unidad militar. Descartamos incluir la Legión Azul por
su menor importancia dentro de la colaboración patria con el Tercer Reich y, por
tratarse de un apoyo a título individual, a los pocos que defendieron las calles de
Berlín hasta su caída. Además, como se ha señalado, la DA “se convirtió en el tema
más frecuente” de la revista entre 1941 y 1942, cuestión obvia a la luz del carácter
antimarxista de la organización.
Sin profundizar, del análisis cuantitativo de las
diferentes apariciones de la DA en Y, se desprende
que para el periodo estudiado se registran cerca de
60 referencias sobre el tema. Los dos primeros
años son de mayor intensidad, con un total de
hasta 44 cuatro ocasiones diferentes en las que se
nombra a la DA, ya sea a través de artículos,
entrevistas, reportajes o solicitudes de
correspondencia. Especial es su presencia en los
números 44 (septiembre de 1941), 49 y 57 (febrero
y octubre de 1942). La deriva desfavorable de la
guerra para el Eje y la cercana repatriación, a pesar
de que la instrucción para evitar cualquier
identificación con los aliados nazi-fascistas data de
finales de 1943, explica que en este año escaseen
los reportajes y las entrevistas. Concretamente, entre marzo y octubre las referencias
disminuyen hasta encontrar en estos números una, dos o incluso ninguna. En el
aspecto cualitativo sobresalen como ejemplos de propaganda los artículos dedicados a
los temas que se verán más abajo. En ellos se ahonda en los diferentes roles asignados
a los dos géneros: de ellas, se destaca su papel como enfermeras en el frente del Este y
las labores asistenciales de la SF en beneficio de la DA. De ellos, su sacrificio en
beneficio de los ideales del nuevo Estado.
La fuente primaria de nuestro artículo es, como ya se ha anunciado, Y. Revista
para la mujer, que formó parte del que “se iba a convertir posible- mente en el mayor
grupo periodístico (en número de cabeceras, si no en importancia real) de la historia
La Gaceta- 23
de España”: el aparato propagandístico. El potencial publicista del ideario del partido
único se concentró, dentro del ámbito femenino, en la Regiduría de Prensa y
Propaganda. Y representa un ejemplo temprano acerca de la intención propagandística
que caracterizó a los medios de comunicación del Régimen al verse influenciado por
sus homólogos masculinos —Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar, Agustín de Foxá o
Edgar Neville entre ellos—, quienes habían puesto en práctica estos métodos en
Destino, Jerarquía y Vértice.
La prensa, al igual que la literatura del mismo corte ideológico, se caracterizó
por “una mística y un lenguaje” aportados por la Falange, “ambos de inapreciable
valor en cuanto que contribuyeron a dotar de una mínima cohesión al informe
conglomerado ideológico que era el bando de los sublevados”. El caso de la revista Y,
como sucede con la más tar- día Medina, “cumple a la perfección las funciones de
adoctrinamiento y socialización que el Régimen concede a la Sección Femenina”,
cuyo proyecto de propaganda se puso en marcha desde la celebración en 1937 de su I
Consejo Nacional. Vistas en perspectivas, ambas estaban controladas por la Regiduría
y sus diferencias son meramente formales: Y nació en plena Guerra Civil —febrero de
1938— y desapareció en marzo de 1946, y el primer número de Medina vio la luz en
marzo de 1941 y se publicó hasta diciembre de 1945. Mientras que esta fue semanal,
la que nos ocupa apareció con una periodicidad mensual. Y, que en los dos primeros
números llevaba un subtítulo algo diferente, pero mucho más concreto —Revista de la
mujer nacionalsindicalista—, “nació con una finalidad cultural y de entretenimiento a
pesar de publicarse en tiempos de guerra”. En los primeros momentos, fue editada
“lujosamente [...] [si bien en] poco tiempo su calidad disminuyó notablemente en
todos los sentidos”, aunque esto no fue un obstáculo para que, a través de sus
imágenes, representara “los valores de firmeza, abnegación, disciplina y entrega que
formaban el ideario de los mandos de la Sección Femenina”. En definitiva, tal y como
ha señalado Mónica Carabias Álvaro,
Y. Revista para la mujer estuvo destinada fundamentalmente a un público
femenino elitista y con fuerte acento falangista. Pocas familias durante y después de la
guerra pudieron costearse las dos pesetas mensuales de tan caro entretenimiento
cultural. Así pues, el público de Y estuvo integrado por un universo femenino de
lectoras de clase media-alta, conservadora y católica con inquietudes culturales y
políticas de muy distinto grado. Asimismo, supo conservar como uno de sus lemas
prioritarios un marcado sentido familiar y femenino. Se trataba de una revista para las
madres y sus hijas menores y adolescentes, todas ellas aglutinadas en una lectura
“amable” de carácter formativo y adoctrinador destinada a todos los miembros de la
familia [...]. Y. Revista para la mujer fue consciente desde el principio de su papel
como educador y transmisor de modelos que supo inculcar entre sus propagadorasvendedoras que de ciudad en ciudad divulgaban “a gritos” la obra de la revista, así
La Gaceta- 24
como el trabajo de la mujer moderna de Falange como representante de la nueva mujer
española.
Según nuestra hipótesis, la División Azul que les fue contada a las mujeres parte
de una visión edulcorada de la misma, no muy alejada de la difundida por el resto de
medios del Régimen, para mantener el optimismo y justificar la presencia de España
en la lucha contra el comunismo. Pero, al mismo tiempo, consideramos que los
artículos, dentro de esta versión, contienen dosis de carácter combativo para provocar
la implicación, a cualquier nivel, de las mujeres
en la lucha contra la URSS. Con nuestro trabajo,
estructurado en tres secciones —la imagen de las
enfermeras, la tarea de las mujeres en la
retaguardia y la idealización de la figura
masculina—, pretendemos descifrar qué DA
leyeron y sacar a la luz los momentos en los que
adquirieron cotas de protagonismo. La
importancia de la unidad de voluntarios para la
SF durante el periodo indicado, equivalente al
que tuvo para Y, fue expresado por la propia Pilar
Primo de Rivera en el consejo de la organización
celebrado en Granada en enero de 1942:
Sea la primera voz que se levante en este
Consejo, para honra de la División Azul, gloria
de nuestra Falange, que en la batalla del mundo
ha puesto su nota española, heroica y acorde con
la gloria del Ejército alemán y de los más importantes Ejércitos del Mundo. Y es
porque en esta hora en que apunta una nueva civilización no podía faltar la presencia
católica y universal de España.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La mujer participó, de diferentes maneras, en la empresa divisionaria. Es cierto
que corrieron menos riesgos que los hombres y que no fueron autoras de ningún relato
que atestiguara, durante la postguerra mundial, su presencia en el frente del Este o su
labor como madrinas o coordinadoras de acciones en la SF. Los servicios que
dispensaron a los soldados azules no fueron protagonistas de grandes titulares, más
allá de la prensa femenina, lo que resulta en sintonía con la ausencia de protagonismo
a la que fueron condenadas desde 1939 en el ámbito público español.
La Gaceta- 25
Y. Revista para la mujer se encargó, sobre todo en 1941-1942, de promocionar
el papel de las falangistas en relación a la DA. Las enfermeras son presentadas como
las más valientes de todas ellas, ya que, como los hombres, se han subido a un tren que
les ha dirigido hasta las puertas del enemigo anticomunista. Allí, como muchos de los
que formaron parte de la División 250 de la Wehrmacht, renovaron su papel como
sanadoras y cuidadoras de los camaradas que caían en combate, al igual que habían
hecho en la Guerra Civil. A pesar de ser una acción sin riesgo, se promocionó con el
mismo ímpetu a las madrinas de guerra y las participantes en la elaboración del
aguinaldo navideño. Este era, para la organización, otro método de combate tan
legítimo como el primero, toda vez que compatibilizaba los planos ideológico y
asistencial.
Incidimos en la importancia de los años en los que la DA estuvo pre- sente en la
revista porque son reflejo del devenir de la guerra. Los doce meses que comprendieron
la segunda parte de 1941 y la primera de 1942 mostraron el entusiasmo que, desde el
poder, generó la lucha en la URSS. Falange, que había contemplado la posibilidad de
la victoria nazi como un preámbulo para recuperar la influencia perdida tras la
contienda cainita, e incluso para asaltar el poder, promocionó constantemente la
actividad de la DA gracias a sus medios de información. Y, como se ha dicho, es un
notable ejemplo de ello; al igual que el progresivo fracaso vivido por las tropas
españolas desde su cambio de posición —del Voljov a los arrabales de Leningrado—,
que culminó con la batalla de Krasny Bor y las posteriores negociaciones para la
definitiva repatriación en octubre de 1943. Si ya advertíamos de la presencia de la DA
en la revista en 1941 y 1942, solo hay que dirigir la mirada a la bibliografía primaria
para validar este dato: hemos utilizado, para los dos primeros años, un total de treinta
y una referencias, mientras que para 1943 nos ceñimos a tres.
Como hemos visto, la imagen que del hombre se ofrecía a las mujeres se centró
en la glorificación de los falangistas, situados por encima de cualquier individuo, en
pro de la Patria, por la que debían llegar hasta las últimas consecuencias. Se incide en
casos como los de Aznar o Ridruejo, que abandonan sus privilegiados puestos para
morir si fuera necesario. En este sentido, no se excluye del relato a los que han caído
en batalla. Sin que este sea un aspecto que se repita en demasía para no caer en el
derro- tismo, la revista no elude dechados como los de Javier García-Noblejas,
ejemplo paradigmático de falangista dispuesto a inmolarse por un ideal, o Luis
Alcocer. Si el padre de este último, alcalde de Madrid, había ofrecido la vida de su
hijo a la causa antisoviética desde su privilegiado puesto, la noticia se presentaba a las
falangistas como magnífico ejemplo de lo que debían hacer ellas desde el anonimato.
En definitiva, Y ofreció una imagen de la DA altamente “falangistizada”. El
discurso siguió las pautas marcadas por el Régimen y adoptadas por la SF. La lectora,
La Gaceta- 26
miembro o no de la organización, obtenía una lectura impregnada por la importancia
de este proyecto para el partido único. Con nuestro trabajo hemos recuperado varias
etapas de las españolas que participaron, de una manera u otra, en la II Guerra
Mundial junto a las fuerzas del Eje. Advertíamos al principio de la masculinidad de la
DA, presente en el relato legado por varios de los combatientes a su regreso. Esto se
debe a la falta de libros memorísticos escritos por enfermeras, madrinas de guerra o
simples falangistas. Excepción hecha de la novela El desconocido (1956), acerca de la
espera y el posterior reencuentro de los matrimonios tras el paso de los prisioneros por
el Gulag soviético, magistralmente escrita por Carmen Kurtz, narradora prácticamente
olvidada a día de hoy y que no formó parte de la DA, la voz de las mujeres implicadas
en la lucha fascista ha sido silenciada. Las mismas, no obstante, que han de
considerarse —sabedores de la huella política e ideológica de su actividad— como
parte de la unidad de voluntarios que combatió en el frente del Este.
Antonio Ponte Anido es un héroe. Así lo acredita que se le concediera, a título
póstumo, la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar española
para premiar el valor heroico.
En cualquier nación su gesta sería reconocida y un motivo de orgullo nacional.
Sin embargo en España se borra su memoria por el simple hecho de que su acción
heroica tuvo lugar en la División Azul, mientras que en la Rusia ex soviética se respeta
a los caídos de la División Azul, se reconoce el valor de aquellos soldados, bravos en
el combate pero respetuosos con la población civil, mientras en España la memoria de
los héroes se proscribe con leyes inicuas.
El 10 de febrero de 1943 el Ejército Soviético lanza la formidable ofensiva
“Estrella Polar” para romper el cerco de Leningrado. El sector elegido es,
precisamente, el guarnecido por la División Azul. Debido al desgaste del ejército
alemán, los voluntarios españoles han tenido que extender su despliegue, lo que ha
obligado a que la defensa carezca de la necesaria profundidad. El punto de ruptura ha
sido muy bien elegido por el mando soviético, pues además de la insuficiente
profundidad del despliegue español, la División Azul cierra dos vías de comunicación
esenciales; la carretera y el ferrocarril Leningrado-Moscú. Si el mando soviético logra
abrir brecha, y luego consolidarla y ensancharla, profundizar en la penetración y
9 Antonio Ponte Anido, otro héroe proscrito
Lorenzo Fernández Navarro de los Paños para La Razón
La Gaceta- 27
envuelve las alas del despliegue, puede repetirse el éxito ruso de Stalingrado… y el
desastre para el ejército alemán. Así pues el mando soviético puso toda la carne en el
asador
Eran las 06:40, todavía no había amanecido, y se desató el
vendaval de fuego con la preparación artillera. El mando
soviético empleó cerca de 800 piezas de artillería. Casi mil
bocas de fuego si contamos cañones, obuses y morteros
pesados. Además de los lanzacohetes Katiushas, los temidos
“Organillos de Stalin”. Al cesar el fuego hizo su aparición la
aviación soviética, empleando treinta bombarderos y veinte
cazas. Cuando el mando ruso consideró que ya no habría
resistencia posible, ordenó el avance de sus fuerzas. Cuatro
divisiones de infantería (entre 38.000 y 44.000 efectivos)
apoyados por unos 100 carros de combate T-34 y KV-1
cuyas corazas eran invulnerables para las armas contra carro
de las que disponía la División Azul.
El tributo de sangre fue enorme, pues en unas horas la División Azul tuvo más
de 2.500 bajas. 1.125 muertos, 1036 heridos, 91 desaparecidos y cerca de 300
prisioneros que habían agotado las municiones. Por su parte los soviéticos tuvieron
entre 11.000 y 15.000 bajas. Los españoles resistieron y los rusos ni pudieron romper
el frente, ni penetrar en profundidad, ni envolver, ni alcanzar su objetivo. Fue pues una
gran victoria defensiva de la División Azul que combatió a 25 grados bajo cero.
Contra todo pronostico lo soldados españoles frenan el ataque ruso. Pero dejemos que
cuente sus vivencias alguien que lo vivió.
Aún no había amanecido y repentinamente se desencadenó una tempestad de
fuego. Un soldado veterano distingue perfectamente el tronar de la pieza al efectuar el
disparo y el reventar de la granada cuando se produce el impacto. Tiene incluso, en un
frente estabilizado como era aquel, incrustado en su reloj biológico el tiempo que
transcurre entre el sonido lejano que retumba y la explosión próxima mucho más
atronadora, seguida del escalofriante sonido de la metralla rasgando el aire.
Habían pasado tan sólo unos minutos y se había desencadenado tal infierno que
ya era imposible discernir entre el sonido de los disparos y las explosiones de las
granadas: Tampoco distinguir entre calibres, orígenes de fuego y zonas de caída.
Pronto desapareció toda visión. La nieve pulverizada, como densa niebla, constituía
una cortina infranqueable para los ojos, tras de la cual se apreciaba el relampaguear de
las explosiones, siendo la intensidad del fogonazo, más que el propio sonido, lo que
ponía en evidencia la proximidad del impacto.
La Gaceta- 28
Llevábamos ya casi una hora azotados por aquel vendaval de fuego y metralla.
Ya no era posible ni hablar, ni ver, ni oír. Tampoco dar órdenes ni recibirlas. Las líneas
telefónicas estaban troceadas o desaparecidas, al igual que las alambradas. La nube de
nieve pulverizada que todo lo cubría, había dejado paso a una ciénaga de barro negro
en suspensión que oscurecía aún más el cielo a pesar de que se iniciaba la alborada.
Estábamos cuerpo a tierra, el suelo retumbaba y se estremecía. Ya no escuchábamos
las explosiones, estábamos sordos pero seguíamos percibiendo el bombardeo porque
la tierra nos transmitía las vibraciones y veíamos los relámpagos mientras alguna
explosión próxima nos cubría de barro.
Por mucha artillería que tuviera el Ejército Rojo y por mucha munición que
hubieran acumulado, tal intensidad de fuego no podía se eterna. Aquello no podía
durar mucho más, y cuando se acabara, quienes vivieran para contarlo, tendrían que
hacer frente a las inacabables oleadas de la infantería rusa acompañada por carros de
combate con sus repetidos gritos de ¡Hurra! ¡Hurra! Y la consabida cantinela,
cadenciosamente repetida al paso del avance, ¡Spanski kaput! ¡Spanski kaput!.
Yo pedía a Dios que llegara pronto
tal momento, pues prefería morir
viéndonos las caras y tratando de
pararlos, que ser volatilizado por una
granada de artillería sin tan siquiera
poder vender caro el pellejo. Todo esto
eran pensamientos difusos, mientras
completamente aturdido eructaba gases
con sabor a cordita y a trilita.
Hacía tiempo que aquel infierno parecía
haber alcanzado su máxima intensidad y
sin embargo, repentinamente, se
incrementó el vendaval de fuego, así en la cadencia como en la potencia de las
explosiones y entonces supe que había llegado mi última hora. Comprendí que tenía
que morir.
Algo similar a esto debió sentir y vivir Ponte Anido. El caso es que terminada la
preparación artillera, uno de los carros de combate que se habían infiltrado en el
despliegue por la brecha abierta, se dirigía haciendo fuego de cañón hacia el puesto de
mando del batallón de zapadores, donde se acumulaban grandes cantidades de
explosivos y estaba situado en las inmediaciones de una Isba transformada en puesto
de socorro atestada de heridos. Un impacto del cañón en la Isba o en el polvorín del
puesto de mando sería fatal. Y es entonces cuando Antonio Ponte Anido, en un rasgo
La Gaceta- 29
de valor y abnegación heroico, coge una mina contra carro y entre un diluvio de
disparos cruzados de ambos contendientes, corre hacia el carro de combate enemigo, y
aprovechando los ángulos muertos, llega hasta él logrando introducir la mina entre la
cadena y el tren de rodamiento. Vuela el carro… y él asciende a la inmortalidad.
Sabemos por las cartas escritas a su madre en noviembre, que pensaba pasar esa
Navidad en casa, pues incorporado a la División Azul con el primer contingente ya se
había iniciado el relevo y las repatriaciones. Relevo y repatriación que el inminente
ataque ruso había suspendido. Pero sin embargo, al llegar el momento crucial del
combate, no pensó que él ya había cumplido y que debía estar hacía tiempo en casa.
No fue presa del conocido temor que vuelve cautos a los soldados cuando saben que
están a punto de terminar y que se conoce con el significativo dicho de que “nadie
quiere ser el último muerto de la guerra”. Antonio Ponte Anido era un soldado valiente
y abnegado, español y gallego, un zapador y un héroe.
El artículo 16 de las Reales Ordenanzas, dice textualmente: Los Ejércitos de
España son herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar. El homenaje a
los héroes que la forjaron, es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la
continuación de su obra. Por imposición de la infame ley 52/2007 se ha proscrito la
memoria de Ponte Anido. Al igual que la de otros héroes, por el simple hecho de que
fueron combatientes contra el marxismo. La injerencia de los políticos en la historia,
las tradiciones y la moral de los ejércitos, ha suprimido de las efemérides toda
referencia a cualquier hecho de armas, por muy heroico que sea, si corresponde a la
guerra 1936-1939. Y lo que es más inaudito, a la División Azul. En este empeño de
ocultar y profanar la memoria de nuestros héroes, vemos que al cabo Antonio Ponte
Anido se le ha suprimido toda referencia en el Ejército. En Coruña sigue la Rua Cabo
Ponte Anido pero se ha quitado su nombre a la residencia de tropa que hay en el
acuartelamiento Capitán Arenas de Melilla. Sin comentarios.----
Cuando Picasso se dejó agasajar por José Antonio
El cuarto volumen de la biografía del pintor por John Richardson indaga sobre este episodio
-
ALBERTO TORRESANO - DELEGADO NACIONAL DE ORGANIZACION
DE FE DE LAS JONS.-
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