MATIAS MONTERO : SIEMPRE PRESENTE !!!!!
Matías Montero. Su asesinato por la espalda marcó uno de los inicios de la espiral de la violencia (callejera) que desembocó en la guerra civil. Una violencia (de los rojos) que como explica Ramiro en “¿Fascismo en España?" venía de antes de su asesinato. Víctima inocente –e iconográfica- Matías Montero, o victima del culto a la violencia que él profesaba lo mismo que sus camaradas. ¿Boxeador Matías Montero? Una hipótesis que no nos mueve a entonar “mea culpa” ninguno, sino a bucear (o a hurgar) en la memoria, y a que nos sirva de lección para no repetir errores ni exponernos a dilemas imposibles y a riesgos –inéditos e imprevistos e imprevisibles entonces- como los de la violencia callejera, tal y como lo advertía en “¿Fascismo en España?” Ramiro Ledesma Ramos (fuera de toda sospecha)
Buceando (peligrosamente) en la memoria. Como lo vengo haciendo en mis últimos artículos. Y en casos emblemáticos (como lo fueron) del nacimiento de mitos de piel dura y longeva –como el de las Siete Rosas-, o del arranque de la espiral de la violencia –y de la guerra civil- como lo fue el de Juanita Rico, y como lo fue –sólo caigo en la cuenta ahora- el asesinato por la espalda de Matías Montero, el estudiante caído. “Matías Montero y Rodríguez de Trujillo, que Dios te dé tu eterno descanso y a nosotros nos lo niegue hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra su muerte”. Era el estribillo, de un aliento patriótico y una cargazón poética innegables -de la pluma de José Antonio en persona- que recitábamos de corrido y fervorosos y pletóricos de (puro) idealismo –de joseantonianos/auténticos (...)- a cada aniversario –el 6 de febrero- en aquellos años ya tan lejanos –de mitad de los sesenta a mitad de los setenta- de mi juventud universitaria. Matías Montero fue el primer caído victima de represalias de la izquierda, y en eso contradigo ex profeso a Ramiro que viene a sostener lo contrario (a saber, la tesis de la violencia indiscriminada y gratuita) en su obra –un tanto inédita- de “¿Fascismo en España?”, de un ejemplar que sobrevivió como de milagro en mi estantería, –¿por qué? ¡misterio!-, tras tantas mudanzas y al contrario de tantos otros de mis libros que por culpa de la revolución informática fueron desapareciendo en las librerías de viejo uno detrás de otro, o en el fondo del armario (…) Y es en donde alude a lo que precedió de inmediato –el asalto (violento) al local de la FUE- al asesinato del universitario falangista de un tiro por la espalda –de uno del PSOE, guardaespaldas de Indalecio Prieto- mientras voceaba en las calles la venta de su semanario, y en donde se da cuenta de heridos (sic) que aquella operación expeditiva –y de castigo- contra el sindicato universitario izquierdista dejó como legado (…) Y un poco antes, en las páginas donde relata el nacimiento de las JONS evoca el núcleo de universitarios -lo más valioso lo que se salvaba del desperdicio o de la quema o de la venta en almoneda que era lo que se merecía a sus ojos el movimiento falangista en sus prístinos orígenes, que Ramiro (como se sabe) tildaba de reaccionario (…) Violencia y Revolución (nacional), un binomio inseparable que en ese libro de Ramiro queda si dudas hubiera más que claro (…) Porque a creerle a él, era ese poso –de violencia juvenil- lo (único) rescatable de aquel movimiento (totalitario) Y menciona Ramiro a Matías Montero a titulo honorífico y era por estar dotado (sic) para la violencia entre todos aquellos seuistas de la primera hora a los que adjudica entre otros méritos y cualidades “capacidad para la violencia” (…)
Y en el caso de Matías Montero, lo era sin duda por lo atlético y deportivo en el retrato que se desprende de él, de los testimonios de sus contemporáneos. ¿Y qué deporte practicaba Matías Montero, que lo capacitaba tan destacadamente en el sentir de sus adversarios para la violencia y el enfrentamiento físico? O en otros términos ¿boxeador Matías Motero por acaso?, ¿practicante de un deporte que era como un fenómeno típico de la época aquella, no en España pero sí en otros países como los Estados Unidos o en Francia dos países que ejercían desde la noche de los tiempos un mimetismo innegable entre españoles, mas atrasados ( o por emplear un eufemismo) más rurales, y provincianos. Un deporte que al igual (mutatis mutandis) que la corrida de toros se veía convertido en una especie de fiesta nacional en aquellos países sobre todo en el primero de los nombrados. Tauromaquia y boxeo, la comparación se impone en el asunto (peliagudo y melindroso) que aquí estamos abordando (…) Y es que si las corridas de toros nos separan de Europa –como siempre lo pensé y lo sigo pensando-, los espectáculos tan crueles a veces (y bochornosos) del boxeo –de rostros sanguinolentos y de campeones convertidos en piltrafas, echados a perder física y mentalmente, arruinados (o sonados)- no suscitan –entre españoles menos rechazo y aversión y escándalo Y si dudas cupieran ahí están todavía frescos en la memoria los ejemplos de lo que aquí estoy diciendo. El de Luis Folledo.
O mucho mas cerca en el tiempo aún- el de Cassius Clay (o Mohamed Ali) O el de instantáneas como las que nos ofrece un dia si y otro también de nuestros días la Red, como por ejemplo la que nos brindó Alain Soral –ducho (como lo probó) en el boxeo francés (o a la francesa)- arremetiendo –a patadas y a puñetazos- contra su contrincante dialéctico (Daniel Conversano, chorreando sangre) (...) tan revisionista (o negacionista) como él, que no hacia mas que cerrarle el pico en aquel programa en directo, sobre moros y cristiano (léase sobre la inmigración musulmana en Francia y derivados) Y si ese fue el caso de Matías Montero –nuestra hipótesis de indagación- eso nos lleva directamente –y ya llego- al asalto al local de la FUE por donde tal vez vino lo que vendría, el ajuste de cuentas además del estruendo en los medios y del escándalo. ¿Herido (sic) –uno sólo parece ser-, por emplear un eufemismo, en el asalto al local de la FUE o –dejándonos de paños calientes- echado a perder para el resto de sus días, sonado o por decirlo a la española, “desgraciado” (ciego o sordo, o paralítico, o tarado mental o alelado o como ahora dicen incapacitado)? Y eso explicaría –que no justifica, eso no- la represalia de la que se vería blanco y objeto el (heroico) estudiante falangista, que puso en marcha el espiral de le violencia y de la guerra civil, primero en las calles madrileñas luego en los frentes de guerra en montes y campos.
Y no culpo a nadie ni me autoinculpo individual o colectivamente –ni a mí ni a mis camaradas (y a los de cerca o de lejos correligionarios)- trato solamente de bucear en la memoria como al principio lo dejé sentado- a fin de no repetir los mismos errores en el futuro, o más exactamente de no exponernos a los mismos dilemas imposibles, y a los mismos riesgos –inéditos e imprevistos e imprevisibles en aquel tiempo, en aquellos momentos. No eran soldados los falangistas, y si lo hubieran sido tal vez otro gallo le hubiera cantado. Y en un articulo en lengua inglesa recientemente consultado en la Red –sobre la vida de José Antonio y la historia del movimiento falangista- pude leer que el líder falangista consintió en una primera fase (y con más o menos acuerdo de su parte) que la Falange sirviera de fuerza de choque –paramilitar- al servicio de los intereses monárquicos (“reaccionarios”), para cambiar de estrategia después –tras los encontronazos de la Casa de Campos, a no dudar, y la muerte de Cuéllar y de Juanita Rico (de los que aquí justo hablé) –y querer convertir la Falange a partir de entonces en una fuerza paramilitar al servicio (exclusivo) del Ejército, lo que me parece una hipótesis históricamente probada, y algo además perfectamente legitimo y nada deshonorante o denigrante, consciente no obstante que el sostener algo así suscita fatalmente una polvareda de escándalo entre muchos de sus devotos y partidarios (los puros/joseantonianos)
Y en el ensayo al principio mencionado de “¿Fascismo en España?” queda más que claro –entre líneas de su lectura- que la historia de la Falange en sus inicios al menos se encuadra y se sitúa en la lógica histórica de la confrontación –violenta, y armada- entre marxismo (y bolchevismo) y nazi fascismos, y a la vez en la mística de la violencia que estos últimos profesarían abiertamente y que los otros practicarían ("erradicadora") -desde el principio (...)- (aún sin confesarlo) De “dialéctica de los puños y las pistolas”, habló con gran escándalo de su oponentes José Antonio en el Parlamento de la Republica, y con no menos escándalo y desconcierto lo oíamos recordar en aquellas asambleas de Económicas –a los que me estoy refiriendo aquí ya tanto- a todo el rojerío vociferante, lo que nos dejaba (dialécticamente) indefensos (y callados) No veíamos todavía entonces -era por eso- las circunstancias (difíciles y traumáticas en extremo) en las que había que situar aquellas palabras, a saber el pistolerismo socialista –del PSOE- como lo acaban de recordar oportunamente los de VOX ante la incomprensión (y el celo rival) de los que debían secundarlos (…) Y en ese contexto se sitúa también –para ser justos y exactos- la muerte de Matías Montero y la erupción de violencia sana, juvenil (“revolucionaria”) que protagonizaron aquellos puros/joseantonianos. Y soy consciente también que el profesar –como aquí lo estoy haciendo- el culto de la violencia, no va sin riesgos de ser mal interpretado, ni ayuno de esfuerzos enormes por sacudirnos de encima un poso de culpa colectiva o de auto culpabilización milenario, de signo innegablemente judío o judeo/cristiano: ¿Ojo por ojo, diente por diente por diente, lo que aquí estoy pregonando?
No, pero sí lo de “quien a hierro mata a hierro muere, un adagio de sabiduría pagana pluri/milenaria que se cuela (como sin querer) en el relato evangélico, no a modo de exorcismo de le violencia (venga de donde venga) como así siempre tuvimos (¡qué remedio!) que interpretarlo, sino como eco de una sabiduría (clásica o pagana) más antigua –igual que aquello de "que pague uno por todos"- con la que el cristianismo acabaría sellando un compromiso histórico tal y como la moderna crítica (postconciliar) de los texto bíblicos y evangélicos) –fuera pues de toda sospecha- acabaría demostrando. Y en ese pasaje bíblico -o bíblico y pagano a la vez- es donde hay que situar “la dialéctica de los puños y las pistolas” que suscitaba tanta polvareda de escándalo (…) Y en “Reflexiones sobre la violencia” –de Georges Sorel-, libro de cabecera (según la leyenda) del Duce Mussolini, se sientan las bases filosóficas –y “pari passu” sus credenciales perfectamente legítimas- de la violencia en política- que el autor citado entronca con Nietzsche y el Superhombre o el culto del Superhombre que el autor de “Así habló Zaratustra” no deja de predicar en sus escritos y que merece a Sorel una crítica historia sin paliativos: y es cuando dice que el filósofo del Superhombre se ponía a buscarle antecedentes a su exaltación y rehabilitación de la violencia en la historia de la civilización europea y en su prehistoria incluso, sin darse cuenta que el Superhombre había nacido ya y vivía entre sus contemporáneos, en los Estados Unidos, y ponía como ejemplo el nuevo modelo de hombre de empresa que encarnaron Henri Ford y el taylorismo y todo lo que con ellos se puede ver asociado.
“Quien no tiene miedo a la muerte lleva siempre consigo la suerte” era uno de los himnos –del Frente de Juventudes (¿o de la Guardia de Hierro?) - que cantábamos como si nos hubiéramos equivocado de época – a finales de los sesenta, principios de los setenta- los puros/joseantonianos (y yo si cabe más puro que mis camaradas, como lo acabaría demostrando) (…) “Y si mueres mi fiel camarada, yo seré quien te vengue mañana, akuun, akuun, akuun” continuábamos en el mismo himno aún. Y a veces por las mañanas, cuando me afeito –y con tanto tiempo como ya pasó- me sorprendo aún cantándolo. Sin complejo de culpa alguno, eso por descontado. Y que me perdonen los judeo/cristianos. ¿O no cabía vengar a muertos, ellos que vengaban a heridos (o “desgraciados”)? Los muertos por los heridos, y los vivos por los muertos, es la moraleja o lo que nos enseña la movida de los restos de Franco que absortos presenciamos.